viernes, 21 de octubre de 2016
Gracia que me salvó
Gracias que me salvó
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9
Uno de los temas más importantes, que es necesario que comprendamos bien, es el tema de la gracia.
Es necesario, en primer lugar, establecer qué es y qué no es la gracia para no caer en exageraciones.
Lamentablemente, a veces se enseña esto, con un concepto tan desproporcionado, que lleva al libertinaje, pensando que la gracia implica una especie de licencia para pecar. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
En posición diametralmente opuesta, se encuentra otro grupo, que al reducir el alcance de la gracia, termina imponiendo el legalismo en sus congregaciones.
Suele verse en estos casos, que llega el necesitado a la iglesia, y en lugar de encontrarse con el amor cristiano, recibe una lista de requisitos que debe cumplir. Teniendo que soportar unas veces el rigor de la ley y otras el prejuicio religioso.
En cuanto a este tema, es muy interesante el libro de Philip Yancey “Gracia divina, condena humana” donde el autor nos confronta con muchas actitudes, que tienen más que ver con el juzgar que con el restaurar.
Tomemos el ejemplo de Jesús:
Dice la Biblia, que en una oportunidad, encontraron a una mujer en pleno acto de adulterio. La ley decía que correspondía que fuera apedreada. ¿Era justo? Según la ley sí, porque no había duda sobre lo que la mujer había hecho y la ley era clara al respecto.
Sin embargo, con Jesús llega la gracia. Dice el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, entonces nadie pudo condenarla.
En este caso, vemos claramente el obrar de la ley y la gracia.
Gracia, es favor inmerecido, un regalo dado por Dios, no por los méritos humanos, no por lo buenos que somos, sino por su infinito e incondicional amor.
Es importante aprender a vivir bajo la gracia. Como pecadores que somos, la necesitamos.
Aceptar la gracia implica renunciar al legalismo y obrar con amor y misericordia para con nuestro prójimo. Restaurando al caído, animando y reflejando en nuestra vida el amor de Cristo.
Esto también funciona para uno mismo, por las veces que le hemos fallado a Dios, hoy podemos ir confiadamente delante del Señor, sabiendo que hay una nueva oportunidad para cada vida.
Fuente: Daniel Zangaro CVCLAVOZ
Suscribirse a:
Entradas (Atom)