Un Dios que restaura
Leemos en la Biblia la historia de Manasés, un niño de 12 años que a pesar de su corta edad, tenía la enorme responsabilidad de reinar sobre Jerusalén. La Biblia nos dice que, a diferencia de su padre Ezequías, Manasés estaba tomando decisiones que iban en contra de la voluntad de Dios y en favor de la idolatría.
3 Porque él reedificó los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a los baales, e hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el ejército de los cielos, y les rindió culto.
4 Edificó también altares en la casa de Jehová, de la cual había dicho Jehová: En Jerusalén estará mi nombre perpetuamente.
5 Edificó asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová.
6 Y pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom; y observaba los tiempos, miraba en agüeros, era dado a adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira.
7 Además de esto puso una imagen fundida que hizo, en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón su hijo: En esta casa y en Jerusalén, la cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre;
2 Crónicas 33:3-7
En términos modernos podríamos decir que nos encontramos frente a un hijo rebelde, que al momento de tener la oportunidad de reinar, resolvió hacer todo lo contrario a lo que había aprendido de su padre.
Siempre reconocemos el valor del ejemplo en la formación de los hijos y hasta podemos comprender cierta conducta impropia de ellos, cuando son los mismos padres quienes con su obrar están estableciendo un modelo negativo para ser imitado.
Sin embargo este es el caso opuesto, entiendo por lo que nos expresa la Palabra que Manasés tuvo la oportunidad de aprender directamente de un hombre temeroso de Dios como era Ezequías; no obstante su rebeldía y sus ímpetus juveniles lo llevaron a deshacer todo lo que su padre había avanzado en el sentido de terminar con la idolatría.
Entonces por causa de su rebeldía contra Dios, perdió su reinado y fue llevado cautivo, pero recién allí, pudo reconocer que Jehová era Dios y obrar en consecuencia
11 Jehová trajo contra ellos los generales del ejército del rey de los asirios, los cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia.
12 Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres.
13 Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.
Finalmente, llegó el tiempo del arrepentimiento y reconoció a Jehová como único Dios. Al hacer esto y quitar todo lo que lo ligaba a adorar otros dioses, Jehová lo restauró a su posición de reinado sobre Jerusalén.
Haberlo sacado del cautiverio ya hubiera sido un precioso milagro, sin embargo, Dios no se quedó ahí. Al ver que Manasés pudo humillarse en su presencia, decidió exaltarlo y restaurarlo a su posición de privilegio.
Esta historia me hace pensar en tantos hijos rebeldes que a la hora de tomar sus propias decisiones, desechan los consejos de los padres o lo que les fue enseñado a través de su educación. Avanzan con ímpetu juvenil con el desparpajo del que cree saberlo todo y a pesar del buen ejemplo recibido, deciden desviarse en sus caminos.
Cuántas historias escuchamos de padres que se preguntan en qué fallé para que me hijo me ignore o ni siquiera tome en cuenta mis consejos. Sin embargo, la historia de Manasés nos muestra que a pesar de la rebeldía y el dolor como consecuencia del pecado, llegó el tiempo de arrepentimiento y la consiguiente restauración para su vida.
Cuántos jóvenes se encuentran atrapados con grillos de drogas, depresión, alcohol, relaciones ilícitas, puestos en angustia como consecuencia de no obedecer la Palabra de Dios y seguir su propio pensamiento. Cuántos hijos están literalmente privados de la libertad, sufriendo y trayendo dolor a familias completas.
Tal como sucedió en la vida de Manasés, la restauración es posible, cuando nos humillamos delante de Dios, nos arrepentimos y cambiamos nuestra conducta con el objetivo de poner nuestra vida en sintonía con la Palabra de Dios.
Padres, no es tiempo ahora de preguntarse o auto culparse por las fallas en la educación, pero sí de levantarnos a clamar y declarar que la restauración que obró en la vida de Manasés, sea una realidad también para la vida de cada hijo, que por rebeldía ahora se encuentra atrapado en angustia y aflicción.
No es tiempo de desmayar ni desanimarse, por lo cual es necesario perseverar en la oración, creer y clamar por un poderoso milagro de restauración para la vida de tus hijos.
Daniel Zangaro
Fuente: Daniel Zangaro CVCLAVOZ