miércoles, 12 de octubre de 2016

Ya no te angusties





                                          Ya no te angusties
Se cuenta de un excursionista que andando solo por una montaña, se extravió. Al hacerse de noche, teniendo en cuenta los precipicios que lo rodeaban, decidió quedarse en el lugar en el que se encontraba y esperar la mañana siguiente.
De pronto se desprendió la piedra en la que su pie se apoyaba y el hombre cayó, rodeado de una densa oscuridad, por una inclinada pendiente. Por fin pudo agarrarse a las ramas de un árbol, justo en el momento que su cuerpo quedaba suspendido en el vacío. Así aguantó hasta que faltándole las fuerzas se dejó caer en lo que creía un profundo abismo, pero que en realidad no era tal, sino una ligera depresión de terreno.
¡Cuántos de nosotros no hemos pasado por lo mismo! Llegan los problemas y decidimos quedarnos en nuestra zona de confort, tomamos las decisiones que a nuestro  parecer son las más seguras y de un momento a otro, la piedra en la que nos apoyamos ya no está. Sentimos la misma angustia del excursionista cuando nos aferramos con nuestras fuerzas a lo que creemos que puede salvarnos, olvidando que nuestras fuerzas no son suficientes.
La angustia siempre hace que el panorama se ponga más oscuro, nos debilita, nos lleva a la desesperación y paraliza nuestra fe.  Olvidamos que si confiamos en Dios no hay anda que pueda dañarnos.
“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación”. Salmos 91: 14-16 (RVR 1960)
Lo mejor que podemos hacer cuando estamos cayendo por un precipicio, sin ver una posible salida, es descansar en Dios. No importa si es una gran caída o no, pero si confiamos en Dios, Él encargará de guardarnos en medio de las circunstancias y nos mostrará su salvación.
A veces la angustia es injustificada y  sólo viene como un astuto enemigo que aprovechando la oscuridad que puede traer un problema, llega a robarnos la paz, la salud y hasta nuestra fe decae por cosas que realmente no valen la pena. No permitas que la angustia te destruya, recuerda que Dios está contigo y ha prometido nunca abandonarte.
“Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos”.  Salmos  138: 7,8
 ¡Basta de angustiarte! Confía en Dios  porque Él nunca falla.




          Fuente:
        Ana María Frege Issa
                 CVCLAVOZ    

A ciegas


A ciegas


Dentro del gran milagro que hizo Jesús con Bartimeo podemos ver algo muy interesante y digno de imitar.
El libro de Marcos, desde el capítulo 10, versículo 46 en adelante, relata la historia cuando Jesús salía de Jericó y una gran multitud lo seguía. Bartimeo (quien era ciego) sin dudar ni un solo instante al oír que era Jesús, gritó y pidió su ayuda insistentemente diciendo “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Podemos ver que su fe era muy grande, ya que si nos ponemos a pensar bien, Bartimeo nunca vio a Jesús haciendo un milagro, no vio a las personas siendo sanadas, solo oyó que Él lo hacía y que estaba por el lugar.
Ese hombre hubiera podido dudar de lo que había oído, pero no lo hizo, aún sin verlo cara a cara creyó en que Jesús podía sanarlo, que era hijo de Dios y que sólo pidiéndolo podría recobrar la vista, por lo que dejó su capa y  el lugar que ocupaba como mendigo para buscar la sanidad que necesitaba.
Cuántos de nosotros dudamos tanto de lo que Dios es capaz de hacer, aun cuando oímos su Palabra e incluso habiendo experimentado su poder  antes a través de milagros; al parecer olvidamos lo que Dios hizo por nosotros y en el momento de que nuestras fuerzas decaen nuestra fe en Él se va.
Comencemos a creer de verdad en Jesucristo, activemos nuestra fe, debemos comenzar a confiar en lo que no vemos para que podamos en verdad experimentar el poder de Dios en nuestra vida. Oye lo que Dios te dice a través de su Palabra.
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Romanos 10:17 ( RVR-1960) Considérate un Bartimeo que necesita creer que puede recibir ese milagro y también poder disfrutarlo.

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.